jueves, 7 de noviembre de 2013

Fragmento nº10 - El día que conocí a Da Vinci

¿Alguna vez no habéis pensado en: "esto no me imaginaba que fuera a verlo en la vida?

Yo también. En concreto os voy a contar una anécdota que hace más o menos un año que viví (el día 11, para ser más exactos) , con una de las mejores personas que podáis imaginar.
Estaba de erasmus, en Francia, y como en mi zona estaban los Châteaux de la Loire, fui con ella a visitar el Château d'Amboise, castillo (más bien son palacios) en el que residieron los reyes François I y Claudia de Francia. 
Hizo mucho frío, y tras una mañana con mucha niebla, una caminata larguísima desde el tren al castillo, y mucho recorrer sus enormes jardines y salas, decidimos ocultarnos en una pequeña capilla preciosa, que tenéis fotografiada aquí, en la que pretendíamos protegernos del tiempo:
Capilla preciosa, cuya puerta está decorada con la leyenda de
San Huberto, muy interesante, y que yo ya había estudiado en Cultura Francesa (foto más detallada abajo)
Cuando vimos esta capilla por fuera nos sorprendimos: ¡Algo tan pequeño y sencillo en el jardín de unos reyes! Pero yo creo que su belleza arquitectónica habla por ella sola, colocada en la ladera del elevado castillo, y con tantos detalles. El interior tampoco era muy recargado, ni se respiraba un aire real, pero no podías dejar de mirar las paredes, y su unión con el techo: figuras de dragones y monos entrelazadas con símbolos de vegetación coronaban y daban un encanto especial a esta capilla. Estuvimos ahí dentro durante al menos tres cuartos de hora, hasta que salimos y seguimos dando vueltas.
Como el tiempo en Francia es un traidor, acabamos congelándonos de nuevo... y ¿qué mejor sitio al que ir que al que se estaba calentito?
Una vez dentro, después de hablar durante un buen rato me percaté de un instante que pasó a cámara lenta, royo película... Fue entonces cuando lo vi.
Estaba ahí mismo, había estado ahí todo el tiempo... ¡Y habíamos sido tan despistadas de no verlo! Sobre todo porque si no lo hubiéramos visto en ese momento, nos hubiéramos ido del Castillo a casa, arrepintiéndonos años, de no haberle conocido. 
Fue algo tal que así:
L: S, ¿Alguna vez te imaginaste que visitaríamos la tumba de Leonardo Da Vinci?
S: ¿Cómo? ¿Qué dices?
L: Mira hacia abajo...


Y voilà, una historia impresionante, imaginad la cara de tontas al descubrir que lo habíamos tenido ahí todo el rato, y que no lo habíamos visto...
Y es en estas situaciones en las que me invade una sensación especial en el estómago: Mismo sitio, Diferente época. Estuvimos tan cerca, y a la vez tan lejos de él...
Alomejor (y lo más seguro) es que os pueda parecer una tontería. Pero quería compartir con vosotros uno de los momentos más especiales de mi vida, no sólo por el hallazgo, sino también por la mejor compañía.
Y de paso, foto del Château d'Amboise, con la mejor compañía, S.


Mente de Cristal

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